Se trata de una obra de 68 cm x 96 cm, realizada sobre papel kraft de 200 gramos, que destaca a una mujer negra desnuda, sentada en el suelo, de frente. Su pierna derecha está colocada junto al suelo, proyectando el empeine hacia atrás del cuerpo; la mano izquierda descansa sobre la rodilla y parte del muslo de la pierna izquierda, que está levantada, con el pie izquierdo orientado hacia un lado del cuerpo. En esta posición, los senos están cubiertos por el brazo y el muslo izquierdo, mientras que la mano derecha, no visible, está apoyada en el suelo.
Su piel es representada como retinta; las uñas de los pies y de las manos están pintadas con esmalte amarillo. Lleva un par de pendientes amarillos en forma de triángulo, con un soporte esférico pequeño de color verde; sus ojos son de color castaño claro; en los labios, usa un pintalabios rojo, y su cabello es voluminoso, negro y rizado. El fondo del cuadro es blanco.
Toda la obra destaca principalmente por la textura producida por la unión entre la pintura acrílica —en tonos marrón, blanco y negro— y el uso de pequeños fragmentos de envases plásticos: de repelente (de color blanco), de postre lácteo con chocolate (en tono marrón), y diversos fragmentos de abrazaderas negras de nailon que componen el cabello. Para la elaboración de los pendientes, se utilizaron fragmentos de dos envases de medicamentos, y el soporte circular se creó a partir de dos lentejuelas verdes.
Julio Xavier, artista plástico, también es maestro en Historia, psicólogo clínico y arte-terapeuta. Reside en la ciudad de Niterói, en el estado de Río de Janeiro. Sus obras abordan grandes cuestiones contemporáneas como la contaminación y sus efectos en la sociedad, las relaciones étnico-raciales y los derechos humanos. Estos son algunos de los temas que lo tocan de forma poética y que están presentes en su producción, en la que incorpora fragmentos de envases plásticos de diversos colores, destacando la importancia de la preservación del medio ambiente y las consecuencias del descarte indiscriminado de materiales plásticos.
La creación de esta obra surge a partir de la lectura del cuadro La Redención de Cam, producido en 1895 por el artista Modesto Brocos. Dicha pintura retrata simbólicamente las teorías raciales que permeaban los discursos en Brasil a fines del siglo XIX, que promovían el "blanqueamiento" de la población a través de la mestización. Como respuesta a esa percepción, Julio Xavier produjo una obra que resalta la resistencia frente a la estética impuesta a la población negra.
El cuadro A Crespa tiene como objetivo denunciar no solo el racismo estético, sino también el racismo cotidiano que impacta la vida de millones de brasileños y brasileñas que continúan sobreviviendo en situación de vulnerabilidad social —y, dentro de este universo, especialmente las mujeres negras.